Según una investigación realizada por la Universidad de Tel Aviv, los pulpos cuentan con un poder del cual no se tenían indicios: son capaces de manipular su código genético para adaptarse a los cambios de clima. Esta autoedición genética, que también la pueden hacer los calamares y las sepias, consiste en recombinar el ácido ribonucleico (ARN), con el fin de mejorar su sistema nervioso. Lo hacen como un hacker: cambiando de posición y sobre la marcha las instrucciones y códigos, en este caso, genéticos.
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