A todos nos habrá sucedido alguna vez. Alguien habrá puesto esa cara que ponen los algunos cuando van a pronunciar cualquiera de sus sentencias sapienciales (mirada algo perdida, voz levemente más profunda) y habrá aseverado: “Yo es que pienso que las banderas son meros trapos”. Es frecuente que quien así habla crea haber realizado un descubrimiento: “¿Pero es que no veis que las banderas son de tela? Mira, tócala. Tela, lo que yo te dije. Qué absurdo eres que te crees que es distinta esta bandera al material de tus calzoncillos”.
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