Mientras él derribaba e inmovilizaba al más grande, “caí encima de él y le fracturé el fémur”, su mujer arremetió con un cazo que tenía a mano contra el otro, menos corpulento. Acto seguido la mujer cogió una sartén y a sartenazo limpio logró que el que estaba forcejeando con su marido depusiera su actitud y ambos huyeran con el rabo entre las piernas tras no lograr su propósito.
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