No sé qué más tiene que suceder para avergonzarnos del enorme esperpento, el engaño, el fraude que existe en instituciones de cuyas corruptelas somos testigos, cómplices y víctimas todos los días. Dimita alguien o no, la raíz está tan podrida que ya no basta con pedir perdón ni con dimitir. Vuelvo por aquí para contarles brevemente una historia de Katherine Ramírez, de 23 años, a quien he conocido. Era una de las personas (incluidos dos niños) de la familia que la policía masacró el pasado sábado en Las Jagüitas.
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