Un estudio publicado en el Journal Sociology of Religion concluye que aquellos que viven en los lugares más bonitos del país son menos religiosos. Según Ferguson y Tamburello, la gente rica que disfruta de unas vistas increíbles (tienen dinero para comprarse una casa increíble en un paraje de ensueño) siente que no necesita a Dios: “Cuando una persona camina por un bosque para conectar con lo sagrado, ese individuo podría no sentir la necesidad de afiliarse a un grupo religioso”,
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