La existencia de personas muy inteligentes que se creen afirmaciones sin fundamento demuestra que la inteligencia no previene contra la credulidad. El pensamiento crítico depende de muchas capacidades cognitivas, algunas de las cuales no evalúan los tests de inteligencia. La capacidad para el criticismo no sólo está relacionada con la inteligencia sino también con la educación recibida, con el contexto social y cultural en el que vivimos, y con los propios sesgos y circunstancias personales.
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