Es natural pretender dar lo mejor de nosotros mismos, tratar de obtener los mejores resultados en todo aquello que emprendemos. Sin embargo, y siendo fieles al principio aristotélico que establece la moderación (en palabras del sabio griego, la templanza) como medida de la virtud, también en la búsqueda de la perfección es preciso encontrar un equilibrio: una autoexigencia feroz en exceso puede volverse desadaptativa y disfuncional.
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etiquetas: autoexigencia , mediocridad y tranquilidad
-Perfeccionista.