Se trató de una audiencia no planteada de antemano -el todavía presidente de la Conferencia Episcopal española tenía, y de hecho aún tiene, cita para el próximo lunes-, en la que el arzobispo de Madrid tenía un único objetivo: frenar su sucesión, al menos, hasta pasada la JMJ de Río, donde quiere acudir como el obispo de la diócesis que cedió el testigo. Y el cardenal se encontró con la noticia que no esperaba, aunque sí temía: el Papa le comunicó el nombre de su sucesor.
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