El dilema de Pablo Casado, se dice, es escoger entre la moderación, actuando como un hombre de Estado y ofreciendo críticas firmes y constructivas al gobierno, e incluso votando a favor de propuestas que haya conseguido pactar, y la confrontación, criticando todo de forma estridente y no dándole al enemigo ni agua. [...] Empecemos por un hecho nunca suficiente repetido: en las democracias parlamentarias, la mitad de primeros ministros, cancilleres y presidentes del Gobierno no pierden su cargo en las urnas.
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