Cuando en 1900 se realizó la autopsia de un buzo, encontraron burbujas en su cerebro y corazón. De hecho había tantas burbujas que cuando los examinadores levantaron el corazón, gorgoteaba con espuma. La causa de la muerte fue la enfermedad de descompresión. Y, mientras los médicos sabían la causa de la enfermedad, necesitaban desesperadamente una forma de prevenirla. Para el fisiólogo escocés encargado de encontrar una solución, se necesitarían múltiples pruebas, y 85 cabras, para encontrar un método para evitar el insoportable daño.
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