Si en 2020 se hubiera preguntado a cualquier analista cuál sería el desencadenante de la próxima recesión, pocos o ninguno habrían apostado por la inflación. Mucho menos habrían dado por un escenario de estanflación. Dos años después, la inflación se ha convertido en la principal amenaza y un escenario de estanflación gana enteros. Tanto es así que hasta el propio Banco Central Europeo empieza a poner sobre la mesa esta posibilidad ante el creciente impacto de la guerra en Ucrania sobre los mercados y la economía.
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