En el frigorífico de David, apenas hay unas patatas y unos huevos. Su renta fue menguando como los alimentos en la nevera. Fue bajando escalones al ritmo que marcaba el mercado laboral. Primero estuvo en la construcción. Eso se acabó. Se colocó entonces, durante cuatro años, en el locutorio de un amigo. Allí ya cobraba poco, pero iba tirando. El negocio cerró en 2008. La siguiente estación fue...
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