Allí había una niña, venga a llorar. Le pregunté su edad. Tenía 18 años, estudiaba en Barcelona, tenía una otitis. Le dije a la enfermera que por favor le dieran un calmante a esa chica. Me dijo que como enfermera ella no podía administrar nada sin autorización del médico. “¿Y dónde está el médico?”. “Ocupado, y aún puede tardar horas”. Y luego me miró: “Tú eres escritora, ¿no? Escríbelo. Cuenta cómo está la situación”. Y eso he decidido hacer.
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