(C&P)Las espadas de Damasco (lo bastante afiladas como para cortar en dos un trozo de seda que cae, lo bastante fuerte como para dividir las piedras sin esfuerzo) deben sus legendarias cualidades a los nanotubos de carbono, como acaba de afirmar Robert Curl, químico laureado con el premio Nóbel. Los filos empleaban el, así llamado, acero wootz, fundido con una técnica desarrollada hace 2.000 años en la India, donde los artesanos añadían madera y otros restos orgánicos a sus hornos. El acero resultante, impregnado en carbono,era muy duro
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