Esto que les voy a contar es una trivialidad, una frivolidad casi, quizás sin importancia. Debo empezar por decir que me causó entre risa, desconcierto y curiosidad, ver cómo una frase dicha por cualquiera, por un don nadie como yo, por ejemplo, puesta en la mente y en la boca de una figura de credibilidad mundial como Angela Merkel de manera arbitraria y ficticia, súbitamente se puede convertir en uno de esos postulados memorables que podrían pasar de repente a un libro de historia.
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