El milagro de Lawrence Ferlinghetti no es haber pasado la frontera del siglo XXI, sino sobrevivir al XX burlando los efectos de una existencia surtida de amigos abrazados a todos los excesos. Unos y otros forjaron el fragor de un tiempo en que germinó la fuerza de pasarlo bien mientras el mundo comenzaba a ser contado de otro modo. Y no sólo eso: el prodigio de ser Lawrence Ferlinghetti es morirse a los 101 años. Nada hacía presagiar que alguno de los miembros fundacionales de la Generación Beat llegase, si quiera, a ser viejo
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