Es imposible anticipar qué ideas presentes espantarán a las generaciones futuras. Pero si en un arrebato ludópata apostase por una, elegiría aquella que afirma la legitimidad de detener la migración humana mediante el uso de la violencia. En pocas palabras, los ciudadanos de países pobres no pueden trabajar en países desarrollados porque los detienen militares con pistolas en la frontera. Esta situación es, en mi opinión, moralmente injustificable, económicamente ineficiente y alterable mediante reformas graduales [...].
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