En los últimos meses, la ola de denuncias de acoso sexual contra hombres poderosos les imprimió un giro a las relaciones entre hombres y mujeres en los lugares de trabajo de todo Estados Unidos: en algunos casos ese giro implicó un debate más honesto sobre lo que no está bien en el trabajo, pero en otros fue un giro hacia el silencio y la exclusión, un efecto rebote sin palabras contra el justificado orgullo del movimiento
#MeToo.