Los argumentos a favor se basan en la idea de que la interacción entre el mercado inmobiliario y las tendencias inflacionistas son muy poderosas para ignorarlas: si los compradores vuelven a un mercado inmobiliario con una oferta limitada, los precios subirán. Y si la Reserva Federal ve que un sector tan sensible a los tipos como el inmobiliario no responde a una política monetaria más restrictiva, puede juzgar que necesita ser más dura. Por desgracia para Estados Unidos y para el mundo, el pesimismo parece realista.
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