Los defensores del polígrafo dicen que el hecho de mentir provoca en las personas un estrés de un tipo particular. Que las señales de este estrés se pueden detectar mediante diversos medios y que éstas señales se pueden normalizar y parametrizar en una serie de indicadores capaces de separar la verdad de la mentira. El problema radica en que, de todas estas aseveraciones, sólo una pasa la prueba del método científico: que el estrés, si se produce, se puede detectar.
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