En los años 70 del siglo pasado, cuando la beca Erasmus todavía no había sido inventada y cruzar los Pirineos era una hazaña de proporciones épicas, cerca de 30.000 emigrantes españoles se reunían en algunos bares de Bruselas para matar la morriña. Esta colonia de trabajadores poco o nada cualificados se articulaba alrededor de un centenar bares y comercios que surgieron en las inmediaciones de la mayor estación ferroviaria de Bélgica. Un fotógrafo ha documentado los vestigios de la inmigración española en esta ciudad.
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