“Fernando Martín era como los jugadores de ruleta”, comenta uno de sus antiguos socios. “Apostaba al rojo, ganaba, doblaba el dinero y lo apostaba de nuevo todo al rojo. La bola siempre caía en su casilla. Llegó a acumular más fichas que nadie. Hacía torres con ellas. Era un hombre desafiante y con suerte. Hasta que compró Fadesa. Ese día salió negro y lo perdió
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