Una mañana me levanté, me miré al espejo y vi que mi rostro había perdido su simetría; tampoco podía controlar los músculos y ni siquiera era capaz de lavarme los dientes porque babeaba. En cuestión de tres días, el 97% del lado derecho de mi cara se había paralizado. Yo entonces tenía 25 años, soñaba con ser actor y sentí que el mundo se me venía encima.
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