La lluvia coronal está hecha de densos nudos de miles de kilómetros de extensión que constan de gas relativamente frío, a decenas o cientos de grados C, el cual se vierte hacia la superficie visible del Sol desde la atmósfera externa a velocidades que superan los 100 kilómetros por segundo. “Es esta lluvia constante de gotas lo que parece estar cayendo desde las alturas”, dice Judy Karpen del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland.
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