Los niños pequeños se adaptan antes a las circunstancias, les duele o no les duele, se quejan de los pinchazos, pero en la escuela ríen; un adolescente tiene un bagaje previo y tienen un concepto más maduro de lo que es el cáncer y de que está en riesgo su vida”, pormenoriza el galeno. El trabajo con ellos de comunicación, o psicológico, es mucho más intenso. “Nos desgasta más dar una mala noticia a unos padres de adolescentes que a un niño pequeño confiesa. “Las conversaciones con ellos son más profundas, de tú a tú, ves las miradas, el miedo"
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