Yo uso tu cuerpo, tú usas el mío, ¿y qué? Eso, naturalmente, no quiere decir que consideremos a la mujer o al hombre al que acariciamos, besamos, abrazamos y chupamos, y con el que follamos, un objeto. ¿A quién se le ocurre eso? Tampoco quiere decir que no lo consideremos un ser humano respetable e incluso un ser humano al que podemos llegar a amar. Un ser humano al que admiramos por su inteligencia, o por cualquier otro motivo.
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