Cualquiera que se haya asomado estos días a los debates celebrados en el Congreso de los Diputados habrá pensado que nuestros representantes han preferido matarse a las puertas del apocalipsis antes que darle la más mínima razón a sus oponentes. Más o menos como si, en vez de en la Carrera de San Jerónimo, estuvieran sentados en algún programa del tipo de La isla de los diputados en el que solo faltaría ver a Jorge Javier Vázquez en el papel del presidente de la Cámara Baja y a Belén Esteban ejerciendo de portavoz oficiosa del pueblo
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