No por previsible resulta menos desalentador que el maximalismo, algo tan español como la siesta, se haya adueñado del debate hasta límites asfixiantes. Hoy si pones algún reparo a las acciones revolucionarias de Gordillo es que apruebas los chanchullos de Urdangarín porque si ya se inventó el blanco y el negro ningún sentido tiene buscar más colores.
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