La precipitada salida de las tropas españolas de Irak, por orden del recién elegido presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, fue un mensaje claro y nítido a los jóvenes que en la noche electoral le recitaban los salmos de “¡no nos falles Zapatero¡”. Aquella medida fue por lo menos complicada para los intereses de España, entre los que no entraba una confrontación directa con el presidente de Estados Unidos.
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