Somos seres sociales, por lo que somos sensibles a lo que los demás piensan de nosotros. Muchos padres se apoyan en esto para educar a sus hijos. Educamos en la normalidad, en el seguimiento de unos patrones que determinan lo que es correcto o está bien hecho y lo que está mal o es incorrecto. Las personas queremos ser normales y queremos ser aceptadas. Pero, ¿a qué precio? ¿Pagaremos el precio de ocultarnos, de camuflar nuestra verdadera identidad con tal de no sufrir el desprecio de los que nos rodean, de aquellos que dicen que nos quieren?
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