Si tomamos a la Iglesia como una empresa —una forma parcial pero interesante de verla—, la Iglesia es una empresa en rescate permanente. Sus ingresos están privatizados; sus gastos, socializados. La Iglesia persigue la riqueza, sí, pero lo hace para el mantenimiento o la extensión de su estructura. La Iglesia es rica, por supuesto. Pero no es ese su rasgo esencial. Más que rica, la Iglesia es cara. Más que lucrativa, es onerosa. Necesita al Estado, que en España es a la vez su espejo y su reflejo.
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