Carlos solo quería encontrar trabajo, como infinidad de españoles. Para ello, rastreaba el mercado buscando empresas que pudieran necesitarle enviándoles su Currículum Vítae a través de un email adjunto a una pequeña carta de presentación. Nada fuera de lo común, vamos. La sorpresa le llegó cuando una de estas compañías le contestó, aunque no fue precisamente para admitirle ni para rechazarle: fue para humillarle públicamente.
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