Nick Yarris tenía 19 años cuando fue sentenciado a muerte en Estados Unidos por un crimen que no cometió. Pasó 23 años en confinamiento solitario. Asegura que fue torturado y golpeado. Su vida se tornó en tal calvario que llegó a pedir que lo ejecutaran. Incluso a pesar de saberse inocente. Hoy, sin embargo, a 11 años de su liberación –lograda gracias a nuevos avances en la identificación con ADN– es un hombre que se siente agradecido.Lejos de transmitir resentimiento, Yarris viaja por el mundo contando cómo su experiencia lo ayudó a ser mejor.
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