Un día el electricista Edwin Chota se mudó a la Amazonía del Perú. Allí se enamoró de una mujer asháninka, ayudó a los nativos de la comunidad Saweto a organizarse y se convirtió en su líder. Durante más de una década vivió amenazado de muerte por denunciar la tala ilegal de árboles en sus tierras. Sus pedidos de protección fueron ignorados. Los traficantes de madera lo asesinaron. ¿Cuántos hombres más deben morir para que volteemos a mirar un árbol?
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