El coronel viajaba por Europa para proveer al régimen de cualquier capricho por muy extravagante, absurdo o lujoso que fuera, llevando un pasaporte diplomático norcoreano, una maleta llena de dinero en metálico y una extensa lista de compras. Adquiría armas de tecnología punta y de caza, una pistola bañada en oro y automóviles de alta gama: cadillacs, ferraris, Mercedes... Gastaba miles de euros en bombones belgas o añejo vino de Burdeos mientras en Corea del Norte la población sobrevivía comienzo las cortezas de los árboles.
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