Escribo este artículo tras haber leído múltiples comentarios satanizando a la religión islámica en el marco de este envío www.meneame.net/story/seis-madres-musulmanas-denuncian-ante-policia-na y haber disfrutado los dos primeros capítulos del documental "El minuto heroico: yo también dejé el Opus Dei".
Os cuento: hay algo en la configuración de mi cerebro que me provoca una absoluta frialdad ante cualquier símbolo o seña de identidad tribal. Las banderas, los crucifijos, las medias lunas, las romerías, los toros, el escudo de un equipo de fútbol...me resbalan absolutamente. Son creaciones humanas que solamente me interesan si son artísticamente hermosas o dignas de contemplarse. Por ese motivo me parece genial que otros pueblos traigan sus expresiones culturales a España, en la medida que me permiten tenerlas más cerca y disfrutar las que me gusten.
Tampoco creo en ninguna religión, de modo que, no teniendo ni idea de si existe algún tipo de ser superior, sí que me parece muy inverosímil que podamos contactar con Él a través de los ritos de alguna de las religiones existentes. Las veo demasiado artificiales, demasiado incoherentes y cercanas a la magia. De esta forma, sólo hay una cosa en la que creo y que despierta mis sentimientos: el ser humano, sus capacidades, su mente y su corazón, su grandeza y su luz, su natural impulso hacia la libertad. Y en menor medida el resto de seres vivos dependiendo de su grado de evolución.
Pues bien, llevo dando clase en la universidad desde 2015, y todos los años tengo alumnas con velo. En los últimos 2 años, unas 10 de un total de casi 500 estudiantes por año. Suelen sacar mejores notas que la media de la clase y se relacionan con todo el mundo. En el futuro serán abogadas o juezas. Aportan a nuestra sociedad infinitamente más que no pocos nativos españoles (véase Abascal y sus 0 dias cotizados). Y tienen todo el derecho del mundo a llevar su velo, como las monjas a llevar su toca, las chicas amantes de la ropa ajustada a llevar jeans hiperceñidos y las católicas tradicionales a vestir con ropa holgada.
Frente a esto, la ultraderecha plantea dos argumentos: el velo es símbolo de dominación machista y supone una imposición de sus costumbres sobre las nuestras. Ante esto yo respondo ¿Quién sufre dominación machista, la chica nacida en una familia kika a quien su padre le dice que la función de la mujer es parir y cuidar a la prole, y que por culpa de ese ambiente no pasa de la ESO, o mis alumnas con velo? Es más, imaginemos que una mujer española va a un país donde se permite a las chicas llevar el torso desnudo en la calle o los locales públicos ¿Veríamos razonable que le obligasen a enseñar los pechos porque es machista que los hombres puedan enseñar los pectorales y las chicas elijan tapárselos? ¿O deberíamos obligar a las chicas ultracatólicas a llevar vaqueros ajustados y no faldas largas porque esa forma exagerada de tapar su cuerpo es sexista? Convertir los particularismos culturales libremente aceptados en causa de guerra cultural es propio de fanáticos. Obviamente, si algún hombre pretende imponer a su mujer un determinado código de vestimenta, su destino ha de ser el juzgado de guardia, tanto si es extranjero como uno de nuestros maltratadores nativos. Pero si ella lo acoge libremente, nadie tiene derecho a forzarle a renunciar a él.
También es llamativo el argumento de "sus costumbres y nuestras costumbres", y no sólo por el hecho de que, si yo no te obligo a llevar velo, no te lo estoy imponiendo por el hecho de llevarlo yo (mi cuerpo, mi decisión). Aparte de eso, España es una sociedad plural, y mis costumbres son muy distintas de las del fanático ultracatólico que vive enfrente de mi casa, o de las del forofo del Madrid de abajo, el chico queer de arriba y la chica budista de al lado. No hay un "nuestras costumbres". Hay una sociedad formada por hombres y mujeres libres que deciden libremente en qué creer y cómo obrar siempre que respeten los derechos del prójimo. Y ese respeto al diferente y a los derechos en que se basa nuestra dignidad es el pegamento que debe unir a la sociedad desde la diversidad. Los hospitales, las escuelas y los servicios públicos de calidad deben ser la bandera de la que todos nos sintamos orgullosos y que nos haga creer en España, casa común de ateos, musulmanes, cristianos, futboleros, amantes de la ópera, abstemios, bebedores, célibes y promiscuos sexuales. Por el contrario, supeditar el libre desarrollo de la personalidad a los dogmas de la tribu, someter al individuo al dictado de la masa sobre cuestiones tan básicas como su vestimenta o credo, es un acto de barbarie.
Y un último argumento: representa una enorme paradoja el hecho de que la extrema derecha que acusa de machismo a los musulmanes, sea la que mantiene tesis sobre el aborto, el matrimonio gay, el papel de la mujer en la vida civil, la libertad sexual, la influencia de la religión en la sociedad, el rechazo al pluralismo cultural...más cercanas a los clérigos islámicos de la línea dura. Si dejamos a un lado abalorios y símbolos, son muy parecidos. Y aquí es donde quiero comentaros lo visto hasta ahora en el documental sobre el Opus, llamado El Minuto Heroico y disponible en HBO. El documental reproduce el testimonio de 13 mujeres que escaparon de la secta, y nos cuenta (entre otras) las siguientes claves:
-Las escuelas del opus, todas ellas, segregan por sexo y dan a las chicas una educación donde la sumisión al hombre (con la imposición de roles tipo "chica dulce, esposa y madre amantísima-vs hombre fuerte y proveedor del hogar") es una de las claves.
-Las chicas que entran como numerarias auxiliares viven en exclusiva para la secta, residen en sus centros, no pueden casarse y se dedican a trabajar como sirvientas en las residencias y centros del opus, sin sueldo y sin cotizar. Si en 20 años deciden salirse, encontrarán que no tienen derecho a paro siquiera. La frase con la que les justifican semejante esclavitud es que "hay que ser alfombra para que los demás pisen blando".
-Los numerarios normales también viven en exclusiva para la secta, residen en sus centros y no pueden casarse. También deben darle todo su dinero (ya que a diferencia de las numerarias auxiliares tienen trabajos externos).
-La secta recluta nuevos adeptos a través de sus colegios, pero también ordena a sus adeptos que atraigan a gente ajena a ella, invitándoles a visitar los centros, participar en actividades, etc. El protocolo implica tratar a los invitados con absoluta simpatía y hacerles sentir que allí pueden encontrar una familia. Nunca deben exigirles cosas que les resulten desagradables hasta que no estén seguros de que ya están enganchados, y el nivel de exigencia debe ser paulatino: al principio, pequeñísimas "mortificaciones", y conforme se vayan volviendo más dependientes, mayores sacrificios.
-Los adeptos deben captar preferentemente a gente muy joven, de menos de 14 años. Los mayores ya están "contaminados por la ideología del mundo".
-Los chavales y chavalas de los colegios del opus, precisamente a partir de los 14 años, sufren un incremento exponencial del lavado de cerebro al que han sido sometidos en los años previos. Se les insiste hasta la extenuación en que han sido llamados por Dios y deben entrar en la secta. Este lavado de cerebro es todavía más intenso en aquellos que parecen más vulnerables y susceptibles de "pitar" (la secta llama pitar a aceptar ser parte de ella). Incluso les amenazan con expresiones como "Dios te pedirá cuentas si te sigues resistiendo".
-Cuando el opus capta a un chaval cuyos padres no son de la secta, le hace firmar un documento de incorporación y le ordena que bajo ningún concepto se lo cuente a sus padres.
-Una vez que ya está enganchado, en los meses previos a la entrada en la secta el "director espiritual" del nuevo adepto ya empieza a establecer un control bastante asfixiante sobre su forma de vestir, las películas que ve, su ocio, sus amistades...pero una vez que firman y entran, el control es total. En el examen de conciencia semanal, deben contarle cada mínimo detalle de su semana, con especial hincapié en los pensamientos sexuales, ya que la secta ve sexo en todas partes y se caracteriza por una obsesión enfermiza sobre la cuestión (en el documental hay testimonios sobre las autolesiones que se hacían las chicas con el cilicio para reprimir los pensamientos sexuales).
-La secta considera que el agotamiento físico y mental de sus miembros es esencial para mantenerlos controlados. Por eso les impone un plan diario de rezos y actividades religiosas insufrible, de modo que si no están rezando están trabajando, y así acaban el día muertos y sin fuerzas para cuestionarse nada.
¿Por qué la ultraderecha patria no critica el totalitarismo y el machismo que esto implica? Por el mismo motivo por el que satanizan al chaval queer o a la chica con velo. Porque todo aquello que no encaje con los símbolos y dogmas de su cerrada y asfixiante tribu, es malo y debe erradicarse.