Es fascinante observar cómo los asistentes a tan singular espectáculo, engañados por sus sentidos, reaccionan eufóricos a la presencia de Miku. No la ven “como si estuviera allí”: para ellos lo está sin duda. Es alguien a quien adorar, admirar, seguir y consumir como producto comercial. Un ser perfecto y eterno, aunque predecible y estéril… por el momento.
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