Ni Michael Schumacher en su Ferrari podría alcanzarlo. El halcón peregrino (Falco peregrinus) es el verdadero amo de los cielos cuando sale a cazar; no hay ningún animal que pueda seguir su ritmo. Cuando se lanza en picado sobre su presa, es capaz de alcanzar los 380 km/h e incluso los 400 km/h.
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Para proteger sus ojos a tan tremendas velocidades, los halcones usan sus membranas nictitantes (un tercer párpado) para dispersar las lágrimas y despejar de escombros sus ojos mientras, al mismo tiempo, mantiene la visión.
Es una máquina.
Ya, pero dale unos esquíes y una cuesta abajo lo bastante gorda...