Uno de los grandes misterios de la naturaleza podría estar, al fin, realmente cerca de ser resuelto: dos estudios recientes sobre los mecanismos que permiten a las aves orientarse durante sus migraciones han llegado a la misma conclusión. La clave parece ser una proteína que las aves contienen en sus ojos, la cual les permite “observar” el campo magnético terrestre.
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