Las imágenes son elocuentes: en 1979, la última vez que un papa —Juan Pablo II— visitó Irlanda, las calles salieron a jalearlo como si fuese el mismísimo Mesías. Solo su misa en Phoenix Park acogió a 1,25 millones de personas. En 2018, la imagen es bien diferente: el papa Francisco pasa por calles desiertas.
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