La forma de la nariz de Charles Darwin estuvo a punto de impedirle embarcar en el Beagle el 27 de diciembre de 1831. Robert Fitz-Roy, comandante del barco, practicaba la fisiognomía, según la cual la cara es el espejo del alma y es posible deducir la personalidad de un sujeto por los rasgos de su rostro. Y al militar algo no le debió gustar del carácter del naturalista tras verle la nariz, según cuenta Darwin en su Autobiografía (1887). Hoy en día El País sigue creyendo en la morfopsicología y publica un reportaje en su semanal.
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