El utilizar a un personaje ficticio como autor de un producto literario es una rareza de marketing curiosa y bastante nazi. El autor original muchas veces es citado como colaborador del personaje falso aunque la mayoría simplemente ejerce de escritor fantasma no siendo siquiera mencionado, pero cierto es que la obra final no suele tener pretensión artística ninguna y la idea en sí ya resulta bastante añeja.
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