Y ete aquí el problema final y colmo de toda esta idea federalista. Si imaginásemos que España aprobase de forma milagrosa un Estado Federal en España, y como segundo milagro que Cataluña fuera semi-áutónoma (para lo cual necesitaríamos que la virgen María primero y Jesús el nazareno después bajaran del cielo y lo hicieran realidad), aun y así nos encontraríamos con la voluntad del Gobierno Central respecto al cumplimiento de los acuerdos y no restricción de los mismos.
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