Sólo sustrayendo el evidente carácter político de las protestas se las puede presentar como meros actos vandálicos a los que sólo se les puede aplicar el Código Penal. Sólo negando la enfermedad, los síntomas se vuelven absurdos y el diagnóstico, erróneo. Cuando el capitalismo se vuelve crisis, la sociedad deviene un masivo experimento de Milgram. Se testa la obediencia a la autoridad del público apolítico, su ingenuidad de creerse su discurso de “maestro” y “alumno”, de la supuesta legitimidad de su lógica económica.
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