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Yo renuncié al tercer día, lo mismo hicieron otras compañeras y las condiciones empeoraron porque no había gente para cubrir turnos y se recortaron los descansos. No se nos ofreció comida ni bebida y el precio del menú de la cafetería suponía dos horas de trabajo, algunos stands se apiadaron y nos regalaron cafés. En los tiempos muertos aprovechábamos para ir al baño a calentar las manos con el secador y a estirar la espalda, no nos pusieron ni una silla para los descansos.
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