El festival de Eurovisión, que inaugura hoy su 54 edición, ha elegido Moscú para lanzar una profunda "perestroika", que le permita recuperar su crédito y la audiencia perdida en los últimos años. Se acabaron los "frikis", intérpretes que atraen la atención del público no por sus canciones, sino por sus parodias en el escenario, y causan más gracia y recochineo por su descaro, que admiración por su talento musical.
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