"Esa tarde él no vino a casa y decidió quedarse en el cuartel. Llegó sobre la media noche y subió sin pasarse por la garita de los compañeros que hacían guardia, como era su costumbre. Yo estaba ya en la cama, tumbada con la niña pequeña, que sólo se quedaba dormida conmigo. Entró en el dormitorio y fue directo a coger su arma del armario. Yo le pregunté si pasaba algo. 'No, no pasa nada', me dijo, y salió. Me levanté detrás de él, pero se metió en la cocina y, entonces, pasó todo..."
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