A principios de la época moderna, los príncipes grandes y pequeños de Europa erigieron numerosas construcciones, afirmaciones de su magnificencia y su poder, y manifestación de su visión del mundo. De todos ellos, sólo el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la creación de Felipe II, parece necesitar una explicación, y muy pocos edificios han provocado a lo largo de la Historia reacciones tan viscerales y contrarias como éste.
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