Cuando terminas Medicina te queda una sensación algo extraña. Por una parte estabas deseando acabar, una meta a seis años parece que está muy lejos cuando empiezas pero por otra parte te sorprendes al ver que has acabado. Y de repente empieza a parpadear la lucecita del pánico ante lo que se aproxima: seis meses como mínimos a base de culo y codos para sacar plaza en unas oposiciones, las de Médico Interno Residente (MIR), que es la forma de llamar a 4 años con un contrato de prácticas en un hospital chupando guardias de puerta.
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