Cuando se me presentó hace poco la oportunidad de participar en una ceremonia de toma de ayahuasca, tardé unos cinco milisegundos en contestar que sí. Los motivos eran muchos: fascinación por el chamanismo desde la adolescencia tras muchas lecturas de Alan Moore y Castaneda, curiosidad científica por el funcionamiento de los enteógenos, búsqueda espiritual privada… y el presentimiento de que la planta iba a jugar un papel importante en mi vida.
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